Lumbago, no me agradas.

Hace unos días si me hubiesen preguntado por el máximo dolor físico que he sentido, quizás les hubiese dicho el trabajo de parto de mi último embarazo o la vez que me atropellaron pero AHORA sólo respondería «lumbago»

Desconocía en absoluto lo que esa dolencia implicaba… claramente había tenido dolores de espalda sobretodo en los embarazos y es que claro llevar un bebé en el vientre si que suma peso jajaja pero nada más allá, hasta esta semana que comprobé ese malestar horrible.

Todo partió el día lunes que fue bastante intenso incluyendo la jornada de clases y luego la reunión de apoderados. Al día siguiente, organizamos los libros con los peques, así que pedí un representante por fila que me los fuese trayendo para guardarlos en el mueble y evitar que ellos anden con tanto peso en la mochila (además me aseguro que no se les quede en casa), en eso estábamos cuando al guardar una decena de libros sentí un tirón en la espalda pero no le tomé asunto.

Luego nos correspondía la hora de orientación y dado el comportamiento de la clase anterior, les quité unos minutos de eso para hacer un juego de orientación espacial (45 minutos de Historia o Ciencias es la NADA MISMA) así veo la hora y no quedaban más de 15 minutos para que fuese la hora de salida. Rápidamente se dan las indicaciones habituales: dejar su lugar ordenado, limpio, colocarse la mochila y subir la silla. Después de la inspección sale a formarse la fila más ordenada *por dentro, ruego que todos estén ordenados ahaha* y así siempre terminan saliendo al final, los más distraídos que se les queda el estuche o el vestón jaja (aunque después de dos semanas de clases, ya sé quienes son, así que les presto atención para que se apuren un poquito jiji)

Después al hall, los papás esperan atiborrados… muchos «mi mamá, tío, papá está ahí», inspeccionó visualmente y les doy mi afirmación para que se vayan con ellos, además de algún besito o abrazo a la rápida… hasta que se quedan los 3 de siempre que justamente los van a buscar sus hermanos mayores de la enseñanza media, que vienen a un paso de tortuga y al llegar buscan con la mirada a sus hermanitos/as pequeño/as.

Cuando se va el último, respiro aliviada y busco visualmente a Lu. Generalmente está en biblioteca pero «cuando cierran la libroteca» (como dice ella) se ubica en el escritorio de la secretaria o anda pululando por inspectoría. La encontré y le comenté que nos iremos juntas en colectivo, aunque antes no podía faltar el rico helado que ya se está convirtiendo en algo habitual al término de la jornada.

Caminamos una cuadra y media, tomamos locomoción, llegamos cerca de las 7 a casa, preparo la mesa para nosotras y Juli se suma a la cena. Tomando tecito me doy cuenta que no me había sentado desde la hora de almuerzo y ahí se deja ver de nuevo ese tirón, pero no le di importancia (DE NUEVO).

Marido se fue a entrenar y yo me quedé con mis peques, quienes salieron a andar en bicicleta al patio (que es bastante amplio) siendo supervisados por Bea y yo. Cuando traté de acomodar a Bea en el sillín de la bicicleta de Juli, sentí más fuerte el dolor. Así que apuré el proceso de irse a dormir… baño, pijama, leche, lavado de dientes.

Lavar la loza podía esperar porque ahora el dolor era cada vez más agudo, me tuve que agachar para poder tomar a Bea en brazos e incluso cuando llegó marido le pedí ayuda para que la acostará porque no podía tomarla bien y me daba miedo que se cayera.

Aún así, bajé como pude las escaleras. Prendí el computador, verifiqué que los contenidos de Lenguaje y matemáticas coincidieran con los entregados por mis paralelas (profes encargadas de cada asignatura de los otros segundos), armé mi mochila y la de Lu.

Me hice la idea que mañana debería andar más lento y que sería buena idea comprar un diclofénaco, así me fui a dormir… desperté en la madrugada con el dolor agudo, traté de no tomarle asunto pero luego Bea partió a llorar, y como no podía pararme tuve que zamarrear a marido para que despertará y le hiciera caso.

Logré dormir un poquito más y sentí la alarma, traté de apagarla pero no hubo caso, sentía que no podia moverme. No sé que cara puse que mi marido me dijo que no podía ir así a trabajar, por un momento, traté de levantarme pero sentía que la espalda no era parte de mi cuerpo, como si no fuese capaz de controlarla y terminé acostada nuevamente.

Avisé a mis jefes, y después ese día miércoles es una laguna… sé que estuvo conmigo mi suegra y un médico, me inyectaron calmantes y relajantes musculares por eso dormí casi todo el día… y por un momento el dolor se disipo.

Pero volvió con más fuerza el jueves y así, aumentar las dosis… me la he llevado durmiendo pero así no siento ese dolor punzante en mi espalda.

Estoy en pleno tratamiento y hoy que es el tercer día del mismo, me siento mejor que al comienzo pero no del todo bien, aún me pesa ese dolor que se irradia por mi espalda 😦 PERO sé que el lunes volveré a mi trabajo, porque no puedo dejar más días a mis alumnos… me siento responsable por ellos y aparte está recién comenzando el año escolar.

Lo que es seguro sí, que deberé ir a kinesiólogo y agradezco poder estar sentada ahora escribiéndoles esto, además de preparar los contenidos a trabajar en las asignaturas que preparo, enviar correos y mantenerme «operativa» dentro de lo que el reposo me permite.

Y si se lo preguntan, me la he llevado acostada, semisentada, aturdida en casa. Agradezco a mi bendita suegra que me apaña con todo ❤ marido como siempre está presente en todo porque son tres peques que necesitan atención y yo no les puedo poner ni un calcetín con lo tiesa que estoy 😦

Así que crucen los dedos para que el ketorolaco siga haciendo efecto 😀

¡Un abrazo y gracias por leerme! (aun cuando voy con estos desvaríos de mi vida cotidiana)